sábado, 11 de julio de 2015

LA IZQUIERDA SE HACE VIEJA Y ES INCAPAZ DE ATRAER A JÓVENES EN SUS PARTIDOS: ESPECIALISTAS


Ciudad de México, 4 de julio (SinEmbargo).– La izquierda mexicana está envejeciendo junto con sus líderes, pues los cuadros que la sostienen provienen de generaciones que se formaron entre los años 70 y los 80 del siglo pasado: los jóvenes participan, luchan por sus causas, pero en otro lado, y no en los partidos políticos, dijeron expertos consultados por SinEmbargo.

Ejemplificaron que sólo hay que ver las reuniones que encabeza Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en donde se reúnen con frecuencia veteranos fundadores del Partido de la Revolución Democrática (PRD) para discutir el futuro del país y la necesidad de unirse con los líderes que encabezan movimientos sociales para unificar a la izquierda.

“Vemos pura ‘momisa’ en esas reuniones. Uno que otro joven por ahí. En realidad no vemos cuadros nuevos que se estén formando, no hay. Si se ve la proporción en términos de edades, pura gente adulta, son muy escasos los jóvenes en el PRD. Por ejemplo: ¿a quién va atraer ese partido? Está en la debacle. En Morena [Movimiento Regeneración Nacional], con que sepan obedecer al líder Andrés Manuel López Obrador y es todo, pero los jóvenes críticos no están ahí”, dijo Telésforo Nava Vázquez, investigador y experto en la izquierda mexicana de la Universidad Autónoma Metropolitiana (UAM).

Para Telésforo Nava la izquierda mexicana partidista está envejeciendo con sus líderes: con López Obrador, Cárdenas Solórzano, “Los Chuchos” y con el resto de los actores políticos que hoy llevan las riendas de las fuerzas políticas que se dicen izquierda.

Los partidos de izquierda, explicó, no están preocupados en formar nuevos cuadros para engrosar sus filas como en los años 70 y 80, de donde salieron los principales liderazgos que hoy tienen entre 40 y 50 años.

“El gran problema es que los jóvenes no tienen espacios políticos. ¿Dónde están los del Movimiento YoSoy132? No están en los partidos, o todos esos jóvenes que salieron a marchar por Ayotzinapa. A esos jóvenes nos los atraen los partidos, que necesitan un cambio generacional forzosamente, pero ‘Los Chuchos’ en el PRD, no van a querer soltar el hueso”, detalló.

Los liderazgos jóvenes de izquierda actualmente tienen alrededor de 40 años, como Martí Batres Guadarrama, presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Morena. Él es uno de los jóvenes que encabezan un partido.

Tanto en Morena, como en Movimiento Ciudadano (MC), el PRD y el Partido del Trabajo (PT), hay personajes connotados, que forman parte de los “cuadros de la oligarquía política”.

“En el caso de la Ciudad de México, vemos como los diputados, delegados, se fueron introduciendo al PRD, con el único objetivo de escalar puestos y hacer dinero. Sólo hay que ver los perfiles. Aquella tradición de hacer cuadros que salían de los consejos estudiantiles, de movimientos populares que alimentaban a la izquierda, con una visión crítica, se acabó”, recordó.

LA OPCIÓN DE “PODEMOS”

El investigador indicó que los partidos en general, enfrentan una crisis severa, por el desinterés de las nuevas generaciones en engrosar sus filas. Las juventudes identificadas con la izquierda, deberán aglutinarse en otro tipo de expresiones, como sucedió en España con Podemos o en Grecia.

“El desencanto por los partidos, es un fenómeno mundial, no es sólo de México. La gente va a tener que construir otra cosa. Aunque aquí no es como en España, aquí la oligarquía política pone muchas trabas”, explicó.

Héctor Quintanar Pérez, profesor-investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), coincidió con Nava.

Quintanar Pérez explicó que hay una izquierda social y otra partidista. La partidista es la que está envejeciendo y la social, se encuentra dispersa.

“Si uno va una asamblea de Morena, mayoritariamente hay gente mayor. Aunque este partido apenas empieza a tomar forma, pero sí resulta notorio que los personas menores a los 40 años, aún son una mínima parte”, indicó.

Gustavo López Montiel, experto en partidos políticos del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), las organizaciones juveniles de los partidos de izquierda, no son un referente para los jóvenes.

“Los presidentes de los partidos rondan entre los 40 y los 50 años. Los candidatos que han estado como legisladores y gobernadores, la mayor parte rebasan los 45 años. No vemos en ese sentido a los jóvenes que algunas organizaciones delimitan a un máximo de 30 años”, dijo.

López Montiel agregó que hay un cambio generacional de los 50 a los 40 años. Pero en general los liderazgos que alguna vez fueron jóvenes se mantienen en el poder, sin dar paso a las juventudes.

LOS JÓVENES ESTÁN EN LA ESPONTANEIDAD

Quintanar Pérez, de la UNAM, explicó que la izquierda social está en una “órbita de espontaneidad”, con una organización endeble. Esos jóvenes están refugiados en las universidades y se mantienen escépticos de las instituciones y los partidos políticos.

“Tristemente no podemos culparlos. Tienen todos los argumentos del mundo para desconfiar. Un país como México donde todo se circunscribe a las coyunturas electorales, no da espacio a que esas voces se vean representadas”, dijo.

López Montiel del ITESM afirmó que los jóvenes están en otros lugares, en otro tipo de grupos. La mayor parte no confían en los partidos. Si no confían, no se organizan.

Quintanar Pérez agregó que el reto para los partidos de izquierda, que están envejeciendo, es atraer a la juventud y politizarla.

Virgilio Bravo Peralta, director del Centro de Negociación, Mediación, Conciliación y Arbitraje (CENCA) del Instituto Internacional de Estudios de Derecho y Jurisprudencia (IIEDJ), indicó que después de las elecciones del 7 de junio, el mensaje es claro: las juventudes no están en los partidos.

“Hay un divorcio importante entre los jóvenes y los partidos, que han entrado en una crisis severa. Se ensancha hoy como nunca el distanciamiento entre las nuevas generaciones y la clase política por la corrupción. Lo que sucedió con los candidatos independientes es un síntoma”, indicó.

Bravo Peralta enfatizó en la necesidad de renovar las Cámaras y los cuadros de todos los partidos.

Los liderazgos actuales son “caducos, viejos”, afirmó. “Quienes dirigen la Cámara de Diputados y Senadores también son viejos”.


(SIN EMBARGO.MX/ Shaila Rosagel/julio 4, 2015 - 00:04h)

LA IZQUIERDA GANA, PERO PIERDE


María Amparo Casar /17/06/2015 01:38
Muchas son las paradojas e incógnitas con respecto al desempeño de la izquierda en las elecciones de 2015.

 Su partido dominante desde 1989 llegó debilitado por la mayor escisión que jamás haya sufrido.

La segregación de López Obrador y su decisión de formar un nuevo partido dio al traste con la posibilidad inmediata de que la izquierda se convirtiera en una oposición numéricamente potente frente al partido en el gobierno o, incluso, frente a la oposición de centro-derecha representada por el PAN.

Todos sospechaban que Morena representaría un desafío para el PRD, pero pocos pensaron que lo desfondaría para quedar casi a la par en la votación federal y con una mayor porción del pastel a repartir en la Asamblea Legislativa del DF.

Si de identificar un gran ganador de 2015 se trata, el candidato más obvio es López Obrador y su nuevo y personalísimo partido.

Un verdadero candidato independiente, pues a nadie consulta, de nadie depende, con nadie comparte.

Compite por primera vez y obtiene 8% de la votación federal y 35 diputados.

Tal hazaña sólo la había conseguido precisamente el PRD, que en 1991 obtuvo también, en su primera elección: 8% del voto y 41 diputados.

Aunque hay que decir que Morena no es un partido nuevo sino un pedazo del otro.

Paradójicamente, el PRD, el gran perdedor, es el único de los tres partidos grandes que gana en número absoluto de votos, pues pasa de 4.2 a 4.3 millones de votos, y el que menos pérdidas tuvo porcentualmente si se le compara con la elección intermedia anterior.

Tanto el PRI como el PAN pierden más de un millón de votos cada uno y su votación porcentual disminuye, ocho puntos en el primer caso y siete en el segundo.

En contraste, el PRD obtiene sólo un punto porcentual menos que en las últimas intermedias (2009 = 12%) y seis menos que en 2012.

No obstante, se queda con apenas poco más de la mitad de sus puestos en la Cámara de Diputados, al pasar de 104 a 56.

Paradójicamente también, la izquierda unida —o como suelen corregirme, la autodenominada izquierda— tiene un espléndido desempeño si se hace una pequeña gran trampa y se toma como un todo.

La suma de PRD, Morena, MC y PT (aunque éste perderá su registro) alcanzó un histórico 28% de la votación total.

Tan sólo un punto por debajo del PRI y por encima de su punto más alto en 1997 (25%). 

En términos de votos, en la Cámara de Diputados la izquierda unida reuniría una bancada de 123 legisladores y se colocaría como segunda fuerza.

De este tamaño es el costo de la escisión de la izquierda.

Los morenos y su líder pueden estar muy satisfechos, pero para un proyecto de izquierda viable los resultados no son como para echar las campanas a vuelo.

Durante los próximos tres años la izquierda se presentará fraccionada frente a una coalición gobernante (PRI-PV-Panal) muy amalgamada y con una disciplina parlamentaria impresionante.

Hacia 2018, milagro mediante, las posibilidades de llegar al poder vuelven a desdibujarse.

Guste o no, la izquierda más moderada del PRD ayudaba a AMLO, que es visto con recelo por muchos sectores de la sociedad y, sobre todo, por muchos votantes.

El PRD representaba una suerte de garantía de moderación frente a López Obrador. Algo así como lo que representó Fernando Elizondo para El Bronco en Nuevo León.

Además, el PRD, ahora junto con Movimiento Ciudadano, que fue la otra sorpresa, daba a Morena una cobertura, si no totalmente nacional, sí mucho más allá de los tres estados en donde Morena concentró su votación: DF, Edomex y Veracruz.

Pero esa es la desgracia de la izquierda mexicana. El PRD y AMLO ya no podían convivir, en parte, por visiones sobre la estrategia y el programa a perseguir, pero, sobre todo, por una lucha de poder personal y grupal.

A raíz de la toma de posesión de Tabaré Vázquez en Uruguay, el 2 de marzo de 2005, la BBC reportaba que tres de cada cuatro de los 350 millones de habitantes de Sudamérica eran gobernados por presidentes de tendencia izquierdista.

 Se hablaba entonces de la marea rosa latinoamericana, para distinguirla del color rojo propio de los países comunistas.

La tendencia de mandatarios izquierdistas se prolongó en el tiempo: José Mujica en Uruguay, Bachelet en Chile, Rousseff en Brasil, Medina en Dominicana, Evo Morales en Bolivia, Ortega en Nicaragua, Correa en Ecuador, Sánchez Cerén en El Salvador, Ollanta Humala en Perú o Solís en Costa Rica.

México nunca ha pertenecido a ese club y habría que preguntarse por qué. 

No ha sido por la falta de figuras carismáticas capaces de liderar los procesos electorales y encabezar opciones de gobierno.

Tanto Cuauhtémoc Cárdenas como López Obrador tuvieron sobradas características de líderes, además de haber tenido experiencia en el gobierno de una de las capitales más complejas del mundo.

La explicación puede estar en un electorado más conservador que el de cualquiera de los países de América Latina recién mencionados, pero también en el sempiterno divisionismo de la izquierda mexicana.

Twitter: @amparocasar

(EXCELSIOR/ María Amparo Casar/10 de julio de 2015 a las 13:04)