Jesús
Susarrey
Es
paradójico que en las campañas políticas en Sonora se advierta justamente un
trastrocamiento de los valores de la democracia electoral. Nada nuevo desde
luego pero su intensidad tiene pocos precedentes. El voto materializa el principio de que los
gobernantes pueden serlo sólo porque una mayoría de los gobernados así lo
decide y las elecciones son el mecanismo
que les permite confrontar las opciones de liderazgo político y sus propuestas.
El esquema supone la exposición confiable de las problemáticas públicas; un
diálogo abierto y plural entre electores y candidatos, y; la información
sustantiva de sus perfiles De ese análisis o percepción deviene la aceptación
mayoritaria y por ende la legitimidad de los gobiernos que traducida en consenso
o conformidad con las políticas públicas, adquiere otra dimensión.
No
mucho de eso parece estar presente en el 2015. La sensación es que la
ciudadanía no cuenta con los elementos suficientes para informarse
adecuadamente y cumplir con el deber colectivo de decidir. Por su parte, entre
quienes pretenden gobernar no todos muestran disposición para contribuir a ese
propósito. Ya hemos apuntado en colaboraciones anteriores que entre otros
despropósitos buscan seducir en lugar de convencer, manipular en vez de
proponer y evitar para no confrontar. Su
intención es arrancarle el voto al ciudadano, no proporcionarle información. Es
acceder al poder no robustecer el proceso democrático. Con su estrategia
incluso trastocan los roles que deberían jugar y confunden conceptos
democráticos esenciales.
¿QUÉ HACER DESDE EL PODER Y PARA QUIEN?
Diversos
analistas han acertado en señalar la insuficiencia y la debilidad de las
propuestas en el discurso de los candidatos a Gobernador. Pero el desatino es mayor. Las pocas que se
han expuesto no están precedidas de la exposición de sus principios ideológicos
y acusan un intenso pragmatismo que poco
ayuda a valorar su conveniencia, aún para el llamado “circulo rojo”. Las frases
estridentes, el slogan seductor y los mensajes cortos facilitan la publicidad
política pero no exponen ni desarrollan ideas. Manipulan conciencias pero no
generan deliberación y consensos.
Si
las ideologías desde la filosofía son un sistema de ideas y valores sobre el
fenómeno social y para la teoría política definen “lo que hay que hacer desde
el poder”, “para quien”, el ¿por qué? se privilegia un proyecto, muchas son las
explicaciones que deben a los sonorenses. Suponer un gobierno sin ideología es
un autoengaño. En poco ayuda a la
decisión ciudadana por ejemplo los 10 ejes que en su denominada propuesta
básica presentó el candidato del PAN el empresario Javier Gándara Magaña. Sin
análisis crítico del presente, sin sustento ideológico y el método para
alcanzarlos no hay referentes para evaluarlos.
En
la retórica de los candidatos abundan igualmente las generalidades y frases
huecas que intentan conmover, deleitar o persuadir al electorado. Desde la perspectiva de la inventada
sabiduría del marketing político es entendible, pero tergiversan conceptos
básicos. Hay quienes se refieren al bienestar de la familia como un interés
colectivo y no como interés común, al agua como interés común y no como interés público. En lugar del
diálogo y la deliberación pública de la agenda ciudadana para la decisión
colectiva o la propuesta consensada, promueven
la investigación del mercado electoral para darle a sus discursos el
contenido que la audiencia quiere escuchar. Poco importa si por razones
técnicas o presupuestales la propuesta el viable. El recurso de la inmediatez
se traduce en votos.
Más
que el voluntarismo que supone que es suficiente la intención política - que la
realidad y sus limitaciones no importan – parece tratarse del irresponsable y
añejo populismo con fines electorales. A la fecha, no hay un posicionamiento
público de los candidatos a Gobernador sobre la tensión que producirá el
incremento de la deuda gubernamental de 8 mil a 20 mil millones, ni sobre el
impacto de la reducción en las participaciones federales derivado de la caída
de los precios del petróleo y los recortes presupuestales, menos sobre los más
de 800 mil sonorenses en condición de pobreza oficialmente reconocidos, entre
otros desastres documentados.
LAS RESPONSABILIDADES BÁSICAS DE LOS
GOBERNANTES: LA LEGAL Y LA POLÍTICA
Los
estudios políticos distinguen dos responsabilidades básicas de los gobernantes.
La legal que castiga la trasgresión de la ley y la política que prevé
consecuencias por decisiones inadecuadas o el desempeño deficiente. El voto de
castigo es una de esas consecuencias. Llama por ello la atención las
desmesuradas reacciones por la proclama electoral de la candidata priista la
Senadora con licencia Claudia Pavlovich y su exigencia de honestidad y eficacia
en los poderes públicos. Acertada o no como estrategia electoral, lo cierto es
que la probidad es una obligación legal y un reclamo ciudadano. Sin embargo
debe denunciarse ante la instancia correspondiente. La eficacia es igualmente
un imperativo de toda democracia liberal y presupone resultados aceptables. Argumentar
por otro lado que se trata de estrategias para desacreditar al adversario y no
responder puntualmente a las imputaciones, no obstante su eficacia estratégica,
refleja una incomprensión o tergiversación deliberada de los principios
democráticos.
Si
la comunicación política en procesos electorales debería abordarse como un
recurso de entendimiento entre todos las actores sociales, especialmente los
candidatos a puestos de elección, para generar información y el contexto
adecuados para que la ciudadanía elija a sus gobernantes, en Sonora todo indica
que seguirá prevaleciendo la publicidad política, la opacidad y la manipulación
mediática. Los programas políticos sustentados en una estrategia de desarrollo
y puestos a consideración de la ciudadanía seguirán ausentes y los debates
electorales continuaran centrados en en ataques personales de los contendientes
o sin la sustancia que permite extraer información relevante.
Se
ha dicho con acierto que la democracia no se agota en el voto y que las
elecciones reinician el círculo virtuoso. La necesidad de los candidatos de
posicionar su imagen y seducir mediante las técnicas del marketing, el voto
clientelar y los códigos de comunicación del espectáculo hacen indescifrables
para el ciudadano la personalidad, las capacidades y la propuesta de quienes
pretenden gobernar. Sin deliberaciones públicas, sin debate ideológico y
de proyectos, parecen conspirar en
contra de quienes con su voto los elegirán. De no cambiar la dirección de sus
estrategias electorales, el déficit de legitimidad y la insuficiencia de
consensos será el lastre que arrastraran algunos de los próximos gobiernos.
(SONORA
21/ Jesús Susarrey/ 24 DE MARZO 2015)
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