Mal haría el ingeniero Cárdenas en apoyar y apoyarse
en los grupos que, para satisfacer sus intereses, quieren pasar por encima del
juego democrático dentro del PRD. Él debería concentrarse en lo que nadie
cuestiona: una gran autoridad moral de la izquierda.
Si yo fuese el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, es
decir, a punto de cumplir 80 años y prácticamente desconectado de la
organización partidaria desde hace mucho tiempo, diría lo mismo que él está
diciendo: yo no voy a competir por la presidencia del PRD; puedo aceptarla como
candidato de unidad y todos sus miembros, o por lo menos sus actuales
dirigentes, tienen que aceptar una serie de exigencias relacionadas con la
estructura del partido. Son condiciones realistas en términos de lo que se
tendría que hacer para que él dirija con cierta viabilidad el PRD.
Es, sin embargo, habrá que admitirlo, una forma
poco democrática de funcionar, porque pretender llegar desde arriba, imponiendo
sus condiciones, significa anular lo que los actuales dirigentes y miembros del
PRD han estado haciendo durante muchos años; es tomar desde arriba una
organización que tendría que responder sin cuestionar una idea respecto a lo
que debe ser la línea programática y forma de funcionar del partido.
No hay, en ese sentido, mucha diferencia con otros
liderazgos que se denominan “de izquierda”. Marcelo Ebrard, por ejemplo, que
nunca ha hecho labor partidista, pretende ahora también llegar por arriba a la
presidencia del PRD. Hay que recordar que él fue salinista hasta 1994, cuando
su mentor, Manuel Camacho, perdió la carrera por el dedazo (nuevamente una
designación desde arriba) que los habría llevado a la Presidencia de la
República. Iniciaron ambos entonces otra carrera, ahora en la oposición al PRI,
del cual fueron fieles miembros durante alrededor de dos décadas.
Su cercanía posterior con Andrés Manuel López
Obrador, a principios del milenio, condujo al eventual nombramiento de Ebrard a
la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Una vez allí se hizo perredista,
más por conveniencia que por afinidad ideológica. También, mal que bien, tuvo
un escaparate durante seis años que lo empuja a querer que las elecciones del
partido se salgan del mismo; que decidan las encuestas y no los miembros del
PRD. Lo que Ebrard busca no es una plataforma ideológica, sino una base
partidaria para sus ambiciones personales.
El dirigente de Morena por lo menos se ha dedicado
en los últimos años a construir su propio partido. Y si bien hay quien dice que
López Obrador no es de izquierda (tengo un amigo que dice que un dirigente que
está contra el aborto, contra el matrimonio homosexual y contra los impuestos
parece más bien un líder del Tea Party), lo cierto es que su movimiento-partido
tiene muy respetables miembros de la izquierda que, más allá de él, han
contribuido a definir una alternativa que tendrá que ponerse a prueba
electoralmente.
Frente a esas opciones, la propuesta de Carlos
Navarrete sobre el mecanismo para dirimir la contienda por la presidencia del
PRD parece la más sensata y democrática. En primer lugar porque la suya no es
una postura oportunista que pretenda apoderarse de la institución partidaria
desde arriba. Por el contrario, él junto con otros ha venido construyendo y
delineando desde abajo un partido democrático de izquierda que hace su juego
por vía electoral y contribuye mediante la acción parlamentaria a la definición
de políticas públicas que incluyan los intereses del electorado de izquierda.
La corriente que lo apoya no ha sabido quizás
publicitar sus logros en muchas de las recientes reformas (como la de
telecomunicaciones, la política, la fiscal, etcétera), pero no cabe duda que ha
contribuido a que este país sea hoy más justo y democrático. Más allá de sus
logros, hay una cuestión central: dicha corriente constituye la mayoría en el
PRD y tiene derecho a exigir lo mínimo en un partido democrático, es decir, que
haya elecciones y que sean sus miembros o sus órganos partidarios los que
elijan a sus dirigentes. Lo demás es regresar al tan criticado caudillismo y
paternalismo político. Mal haría el ingeniero Cárdenas en apoyar y apoyarse en
los grupos que, solo para satisfacer sus propios intereses, quieren pasar por
encima del juego democrático dentro del PRD. A estas alturas él debería concentrarse
en ser lo que sin duda nadie le cuestiona: una gran autoridad moral de la
izquierda.
roberto.blancarte@milenio.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario