El 2013 significó
para el PRD un año paradigmático, una vez consumada la alternancia en el
Ejecutivo Federal, mediante el retorno al poder del PRI, se vislumbraba un
panorama con los peores presagios de restauración autoritaria, sin embargo, los
resultados electorales de 2012, reflejaron la pluralidad de la sociedad en un
reparto del poder caracterizado por un gobierno dividido.
Comentó el profesor
José Guzmán López González, presidente del PRD Guaymas, después de haber
participado en la Reunión Nacional de Nueva Izquierda (NI) en la ciudad de
México, el pasado fin de semana.
Actualmente ninguna
fuerza política cuenta con mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso de la
Unión, los partidos más grandes de la oposición, por sí solos, no pueden vetar
las reformas constitucionales, y junta toda la oposición al PRI, no puede
proponer leyes porque si no cuenta con el apoyo del PVEM y del Panal, la
alianza que conforma el PRI-PVEM no tiene la fuerza, ni la pluralidad para
imponer su visión al interior de las instituciones y al resto de las fuerzas
políticas; aunque no podemos olvidar que el PRI y el PAN en el Congreso pueden
aprobar juntos reformas constitucionales.
En este contexto, el
PRD, en su papel de principal fuerza política de la izquierda mexicana, debió
enfrentarse al reto de buscar y construir soluciones a la problemática
nacional; manteniendo su naturaleza crítica, pero asumiéndose como una opción
de oposición responsable y constructiva; capaz de materializar el fin último y
esencial de la política mediante acuerdos, generar la gobernabilidad
democrática, ensanchar las libertades de la gente y crear una sociedad de
bienestar.
Ello nos ubicó como
el único partido de izquierda, con capacidad de ser puntero en la consolidación
de reformas y leyes, en beneficio de la sociedad por medio del Pacto por
México.
Durante el 2013, el
Pacto por México se convirtió en el
centro de gravedad de la política mexicana, determinando la agenda política
nacional y la agenda legislativa; convirtiendo por primera vez a los partidos
nacionales, en actores centrales de la política.
El papel del PRD fue
trascendente, ya que en todos los capítulos del Pacto por México, se plasmaron
varias de sus propuestas programáticas.
Como resultado, el
Pacto por México formuló las propuestas de reforma educativa; de
telecomunicaciones; de competencia económica; la reforma financiera y bancaria;
la reforma hacendaria y de seguridad social universal y por último la reforma
político-electoral.
Se debe destacar que
este conjunto de reformas, contribuirán a transformar de manera acelerada, la
realidad de nuestro país hacia una dirección distinta a la forma en la que se
concretaron reformas en sexenios anteriores.
La participación del
PRD en el Pacto por México ha significado una ruta azarosa y complicada, está
documentado que el Pacto inicia como una propuesta nuestra; planteamos la
necesidad de construir un acuerdo de gran calado, en el que expusimos, deberían
participar la mayor cantidad de fuerzas políticas nacionales, para lograr
transformaciones profundas para el presente y el futuro de nuestro país, no
sólo en el ámbito económico, sino también en lo político y social.
Sabíamos que debía
ser un acuerdo incluyente, construido a partir de las propuestas de todas las
fuerzas políticas nacionales; que privilegiara las coincidencias, sin negar la
existencia de las naturales diferencias; que priorizara el espacio del
entendimiento y el acuerdo.
Estábamos
conscientes de que por su naturaleza, afectaría intereses de los poderes
fácticos, y que sólo con la unión de las principales fuerzas políticas
nacionales, podrían ser enfrentados, para impedir que siguieran obstruyendo el
desarrollo nacional.
Si analizamos
objetivamente los resultados del Pacto, podremos ver que en el contenido de las
reformas, se expresan varias de las iniciativas de la izquierda; que sus
propuestas corresponden a lo plasmado en nuestros documentos programáticos;
agendas legislativas y plataformas electorales.
En este sentido,
deberíamos hacer un mayor esfuerzo para difundir sus logros y no dejarnos apabullar por la
izquierda radical que los descalifica, sin aportar mayores argumentos, que
tacharlos de “reformas estructurales neoliberales”.
Otros actores,
internos y externos descalifican la participación del PRD en el Pacto, porque
aseguran, se legitima al gobierno federal; pero fallan intencionalmente al no
reconocer que el PRD abandonó el Pacto en el momento en que dos de los componentes
políticos del mismo, optaron por la ruta de imponer la Reforma Energética, pero
sobre todo, evaden señalar que fue el titular del gobierno federal, quien falló
y faltó al compromiso hecho, de convertir al Pacto en una herramienta de
transformación política del país.
Si bien es cierto,
que el Ejecutivo Federal y el PRI, pueden intentar capitalizar los resultados
del Pacto, esto sólo lo lograrían si es que transforman estas leyes, en una
gestión exitosa, generando políticas públicas en favor de todas y todos los
mexicanos.
Mientras tanto, la
oposición puede ver realizadas sus propuestas, atendiendo así las exigencias de
sus electores, logrando que la sociedad en su conjunto considere a la
izquierda, como una opción viable de gobierno para el país.
Los temas que han
generado mayor controversia en el seno del Pacto por México, han sido sin duda,
las reformas, educativa, hacendaria y la energética.
En el caso de la
reforma educativa, se contó con la
aprobación mayoritaria de los legisladores del PRD en el Congreso de la Unión;
y en la aprobación de las leyes reglamentarias, se incorporaron prácticamente
todas las observaciones que presentó nuestro partido, que fue portavoz de los
justos reclamos del magisterio democrático.
En el caso de la
reforma hacendaria la negociación se dio entre el PRI y el PRD, donde
nuevamente prevaleció la visión de nuestro partido.
Las resistencias de
algunos legisladores perredistas, que se han escudado en la “defensa de la
soberanía del poder legislativo” para oponerse al Pacto, no tienen verdadero
fundamento, pues quien tiene la última palabra, es el Congreso; además de que
dichas iniciativas, coinciden con las propuestas programáticas perredistas.
Todos reconocen que
los contenidos de la reforma energética, son los que han generado una mayor
polarización política; y como contravino nuestra línea programática, el PRD se
retiró de la negociación.
Ahora que serán
discutidas las leyes reglamentarias, el Partido hará valer sus propuestas de
autonomía presupuestaria y de gestión; además de exigir un nuevo régimen fiscal
para Pemex así como del fondo petrolero. Pugnaremos por impulsar nuestra
propuesta modernizadora de transparencia, combate a la corrupción y de
fortalecimiento de los órganos reguladores; así como impulsar la ley
reglamentaria que posibilite la realización de la consulta popular en el año
2015, para intentar revocar las modificaciones efectuadas a los Artículos 27 y
28 constitucionales.
Como ya lo
comentamos, pese a los avances mencionados, el PRD se vio en la necesidad de
abandonar el Pacto por México, ya que los otros integrantes de éste, decidieron
ir más allá de lo acordado inicialmente en materia energética (ya que en el
seno del Pacto, se acordó impulsar una reforma integral que modernizara el
sector, nunca se planteó avalar una reforma liberalizadora, como finalmente se
aprobó).
Es indispensable
mencionar de nuevo, que durante la vigencia del Pacto, el PRD logró concretar
reformas que desde hace años promovía la izquierda, así como matizar y rechazar
propuestas regresivas, que impulsaron otras fuerzas políticas.
Los avances estructurales en materia
educativa, de telecomunicaciones, financiera, minera y fiscal, entre otras,
acotarán a monopolios y poderes fácticos de manera profunda.
Esta estrategia de
negociación, que antepuso nuestras propuestas programáticas, con todas las
fuerzas políticas nacionales, se ha convertido en un punto determinante para
diferenciar las opciones que tiene la izquierda:
Aquella con
capacidad de ofrecer soluciones viables y resultados en la negociación
política, o por el contrario, la que recurre a la estrategia de obstaculizar el
funcionamiento institucional y oponerse a todo.
Por supuesto, esta
actitud constructiva y propositiva ha sido -y sigue siendo- profundamente
cuestionada desde el interior del Partido, imponiendo el costo de una abierta y
profunda confrontación interna, la cual logró ser dirimida a nuestro favor,
durante el XIV Congreso Nacional Extraordinario; lo anterior en el marco de una
amplia alianza interna, con equipos coincidentes con nuestra visión política,
situación que nos permitió remontar el viejo modelo partidario, que
históricamente había servido como pretexto para generar conflictos y
confrontación interna.
Y desde luego, hemos
sido criticados desde fuera del Partido, por sectores que poseen una visión de
izquierda anquilosada y conservadora; aquellos a quienes la continuidad de un
país sin mejoras, les reditúa ganancias, en el marco ilusorio de un régimen
aparentemente democrático.
La oposición al
Pacto por México, por parte de esas fuerzas políticas, se suscitó al verse
rebasadas políticamente por el PRD, que logró generar un nuevo tipo de
interlocución nacional, de la cual no formaron parte.
En este sentido, el
PRD debe alejarse de prácticas que refuercen la percepción mediática y
social que nos califica como un partido
rijoso y radical, aislado de los intereses de la sociedad; que no busca
soluciones a los grandes problemas nacionales.
Tenemos propuestas
en todos los temas. Debemos resolver el dilema que se nos presenta de ser
promotores de las reformas que demanda la sociedad y que se encuentran
contempladas en su Programa; participando activamente y no condenarnos al
aislamiento. Convenzamos a un amplio espectro del electorado, de que la
izquierda no sólo es oposición, sino alternativa de gobierno. El electorado
decidirá qué izquierda quiere para México en el 2018.
En resumen 2013, se
presentó como el año de la construcción de acuerdos y reformas, pero también
sirvió para evidenciar que el actual gobierno llegó al límite de su capacidad
de transformación y recuperación del país.
Reiteramos que el
fin de esta etapa llamada Pacto por México, deriva del incumplimiento de los
acuerdos en materia de reformas estratégicas, como la energética y política,
como consecuencia de la reconstrucción de la coalición legislativa entre el
gobierno federal, el PRI y el PAN, para traer como resultado una nueva etapa,
en la que nuestro instituto político deberá atender mayores retos políticos y
electorales; sin perder la capacidad constructiva que ha ganado, sin dilapidar
el capital político que ha consolidado y sin caer en la tentación de una
regresión al oposicionismo contestatario.
Así, 2014 se
presenta como uno de los años más importantes para definir el futuro inmediato
del Partido de la Revolución Democrática,
y de manera implícita el de nuestro equipo político; la forma en que
afrontemos la coyuntura actual, será
determinante en los resultados de los comicios de 2015; año crucial en el
camino a la campaña presidencial de
2018, y momento decisivo para mantenernos como la opción
político-electoral con mayor presencia y representación político-social del
país. De los resultados electorales de 2015, dependerán los recursos financieros con los que el
Partido deberá trabajar durante los futuros 2016, 2017 y 2018. Pero además, y
de mayor trascendencia, se delineará el posicionamiento de la futura oferta
política de izquierda en nuestro país.
LA COYUNTURA ACTUAL
El PRI cambió su
dirigencia nacional en 2013, y en lo fundamental se muestra unificado entorno
al Ejecutivo Federal.
Realizó ajustes en
su línea política y programática, para adecuarlos a su papel de partido
gobernante; también reconoció que no puede ejercer el poder de manera absoluta,
acorde con la pluralidad existente en el país.
Ha realizado un
corrimiento al centro izquierda, al reconocer que la fuerza de la izquierda es
de gran importancia y necesita retomar parte de su viejo discurso nacionalista
y de sus propuestas para ganarnos adeptos.
Este corrimiento
significa un abandono temporal, de las tesis que sostuvo su candidato
presidencial durante la campaña electoral de 2012.
También tiene
problemas para atender los intereses creados por los poderes fácticos y al
confrontarse con el poder acumulado por sus gobernadores, al intentar promover
algunas de las demandas de la izquierda.
En el PAN, sus
problemas internos no son sólo el resultado de la pérdida del poder
presidencial, hace tiempo que existe una disputa por la dirección del partido
entre dos grupos claramente visibles: los adeptos de Felipe Calderón y los de
Gustavo Madero.
Vale señalar que
estas diferencias no son de tipo ideológico o político, su disputa es por
espacios de poder. La renovación de su dirección será determinante para el
futuro del partido y el papel que jugará el PAN en el espacio político e
institucional.