jueves, 11 de julio de 2013

PRIMERO, LA REFORMA POLÍTICA.

ARMANDO RÍOS PITER
El pasado proceso electoral, que se llevo a cabo el 7 de Julio, en el cual en 14 entidades federativas renovaron congresos locales, presidencias municipales así como la gubernatura de Baja California, dejó muy claro que el contexto político actual presenta enormes retos si es que verdaderamente se busca consolidar el régimen democrático en nuestra república.

El proceso electoral exhibió enraizadas y nocivas prácticas. La compra de votos, la coacción a contendientes a través de la fuerza pública y el uso indiscriminado de recursos públicos para publicidad con el fin de sesgar la voluntad ciudadana son solo ejemplos de hechos que definen el debilitamiento progresivo de la convivencia democrática en el país.

Durante los pasados tres meses tuvimos conocimiento de diversas irregularidades. En Veracruz salieron a la luz grabaciones que implicaban la presencia de altos funcionarios del gobierno estatal y delegados federales que buscaban utilizar los padrones de beneficiarios de programas sociales a favor de sus candidatos. Desde Sinaloa hasta Oaxaca, la presencia de amenazas, la desaparición de actores políticos, los atentados con armas de fuego a candidatos, a sus equipos de campaña e incluso a sus familiares, dieron nota en distintos partes del territorio nacional.

Estos terribles hechos dejan evidencia contundente de que -cada vez más- se vuelve una costumbre perniciosa escuchar descalificaciones con respecto a los procesos electorales. En lugar de ser alarmante, pareciera que los oídos de la sociedad se acostumbran a escuchar sobre la compra y coacción del voto, sobre violencia e, incluso, de penetración del crimen organizado en los procesos electorales de México.

Las elecciones recientes vuelven a dejar clara la necesidad de reconstruir el capital social que fundamenta la relación entre ciudadanos y representantes políticos. Hoy la viabilidad de la nación depende principalmente de recuperar la confianza ante la sociedad.

Frente a esta situación resulta claro que si no se cambia de fondo el marco político actual, ante la incapacidad de desarrollar procesos electorales civilizados, los fantasmas de la anarquía o el autoritarismo asomarán cada vez más su rostro en nuestro país.

Por ello, no podemos pensar que con una simple reforma electoral se puede arreglar el panorama actual. Si bien es indispensable regular el uso del dinero público, así como garantizar sanciones contundentes a quienes rebasen los topes de campaña, y aquellos que mediante el uso de recursos materiales o financieros busquen sesgar la voluntad ciudadana, o la nulidad de la elección cuando quede comprobado el pago de la publicidad gubernamental para beneficiar a algún aspirante, hay más por hacer.

Sin duda es necesario realizar cambios en la legislación, pero no podemos pensar  que, en esta ocasión, quedarnos con estas medidas sea suficiente.

Antes la crisis recurrente que viven los procesos electorales, y especialmente de cara a las recientes calificaciones que los ciudadanos dan a los políticos en nuestro país – Transparencia Internacional, en su barómetro global de corrupción, califica a México entre los tres países con partidos más corruptos- es necesario hacer modificaciones políticas de fondo.

Hoy lo que nuestro país es que todos los liderazgos, de la mano de la sociedad, construyan nuevos pilares para el modelo democrático que requiere la nación. No debemos pensar exclusivamente en una reforma electoral, que solo sea para atender como se llega al poder. Lo que hoy resulta impostergable es la construcción de un entorno político renovado para garantizar el buen funcionamiento del poder a favor de los ciudadanos.

Por ello, antes que continuar con la dinámica preestablecida en la agenda del Pacto por México, vale la pena hacer un alto en el camino y enfocarnos a una reforma política de fondo, que profundice en los mecanismos de acceso a información y transparencia, de combate a la corrupción, de garantizar la reelección de legisladores, de configurar mecanismos que permitan la segunda vuelta electoral, los gobiernos de coalición y la democracia participativa.

Si queremos consolidar la democracia, como plataforma básica para el despegue económico y social de México, debemos enfocarnos primero a la transformación política de fondo que requiere el país.

Primero la reforma política, para que lo demás salga bien.

SENADOR DEL PRD

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