Las
elecciones internas del Partido de la Revolución Democrática para elegir sus
consejeros y congresistas han sido un acontecimiento político inédito y exitoso
gracias a que se realizaron en acuerdo con el Instituto Nacional Electoral
(INE).
Al
PRD le cuesta cara la intervención del INE, pero es el precio que tiene que
pagar a causa de la enorme desconfianza que impera entre las muchas corrientes
que componen el partido.
A
pesar de todo, los grupos más sectarios están haciendo lo posible por enlodar
la elección, como lo muestra el titular de la primera plana de La Jornada que
al día siguiente de los comicios falsea la información: "Desaseo general
en elecciones internas del PRD".
López
Obrador por supuesto descalificó las elecciones y los sectores que lo apoyan
dentro del PRD se han mostrado muy descontentos, lo que resulta lógico ya que
perdieron clara y contundentemente.
Las
llamadas tribus del PRD constituyen un complicado laberinto en el que se
mezclan algunas corrientes con un perfil político reconocible junto con muchos
grupos que se han aglutinado en torno de dirigentes marginales que no se
resignan a perder su influencia personal, pero que son incapaces de mantener
una coherencia política e ideológica.
En las elecciones internas del pasado domingo
se enfrentaron dos polos opuestos.
Por un lado la corriente más fuerte, con una
orientación socialdemócrata y reformista, formada por Nueva Izquierda (conocida
como Los Chuchos), y que obtuvo alrededor del 36% de los votos para consejeros
nacionales.
En
el polo contrario tenemos al grupo que vocifera por una alternativa agresiva de
tono populista, formado por Izquierda Democrática Nacional (IDN), encabezada
por un líder de muy mala fama, René Bejarano, por su turbia y escandalosa
trayectoria.
Este
grupo sufre una derrota estrepitosa, pues apenas alcanza el 15% del apoyo. La
tribu que queda en segundo lugar con 21%, Alternativa Democrática Nacional
(ADN), es una corriente encabezada por el senador Héctor Bautista que tiene su
origen y su base principal en ciudad Nezahualcóyotl y en Ecatepec, en el Estado
de México.
Este
grupo está aliado a Nueva Izquierda y tiene un perfil difícil de definir, con
posiciones un tanto confusas. En esta alianza se encuentra otro grupo más
pequeño, de orientación socialdemócrata, dirigido por Silvano Aureoles y Amalia
García (Foro Nuevo Sol).
El
hecho es que la alianza que apoya a Carlos Navarrete para encabezar al PRD ha
triunfado con más del 65% de los votos (sobre un total que excluye a los
anulados). La votación ha sido copiosa, con un 41% de participación, y ha
habido muy pocos incidentes graves.
La imagen de un partido de izquierda
desmoronado ha resultado falsa.
El
ala populista, que en realidad apoya a López Obrador (aunque ahora se cubría
apoyando a Cuauhtémoc Cárdenas), ha sufrido un importante descalabro. Las
tribus ligadas a dirigentes como Alejandro Encinas, Leonel Godoy y Marcelo
Ebrard han recibido un apoyo insignificante.
Es
muy sintomático que Nueva Izquierda y sus aliados hayan obtenido más del 53% de
apoyo en el Distrito Federal, donde la tribu populista de Bejarano, IDN, logra
apenas algo más del 20%.
En
el estado de Guerrero Nueva Izquierda alcanza la mitad de los votos. En
Michoacán el grupo más votado, con el 40%, fue el Foro Nuevo Sol.
El
panorama político de la izquierda da un vuelco importante, al consolidarse el
PRD con un perfil de izquierda reformista más claro, y dotado de una poderosa
maquinaria electoral.
Los
grupos populistas que soñaron con desbancar a los reformistas para
eventualmente apoyar desde el PRD en el 2018 a López Obrador como candidato a
la Presidencia han sufrido un importante tropiezo.
Ahora
el PRD se enfrenta a las elecciones intermedias del 2015 con un nuevo aliento.
Su empeño por someter a consulta popular la
reforma energética, que se perfilaba como el eje de la confrontación política,
seguramente será descartado por la Suprema Corte de Justicia.
Con
ello el PRD quedará liberado de un pesado lastre y podrá reorientar su fuerza
hacia nuevos horizontes, más ligados a la lucha por la igualdad y más alejados
del nacionalismo revolucionario.
Ello
le permitiría diferenciarse de Morena, partido que quedaría atado a los lastres
que el PRD debería abandonar.
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