jueves, 25 de septiembre de 2014

FIN DEL PROCESO ELECTORAL DEL PRD


Escribí el 4 de septiembre, en este espacio, mis preocupaciones sobre la decisión del PRD de encargar al INE la organización de su proceso electoral, dije entonces que deseaba estar equivocada, la semana siguiente reconocí que había sido un éxito. Así hay que decirlo, sin un ápice de mezquindad. Prometí entonces una reflexión más completa, hay lecciones aprendidas que vale la pena destacar.
Fin del proceso electoral del PRD

Después de 25 años este proceso interno del partido del sol azteca ha sido, sin lugar a dudas, el mejor. La participación fue de 41% del padrón, que consta de cinco millones 339 mil 480 militantes, incluidos aquellos que tienen entre 15 y 18 años de edad. Se instalaron 99.95% de las cinco mil 509 casillas programadas y sólo en 6 hubo incidentes graves. El número de militantes así como la cobertura territorial les confirma, indiscutiblemente, como segundo partido nacional.
Más allá de los números que hablan por sí solos, quisiera destacar algunas decisiones que personalmente considero acertadas , algunas tomadas por el PRD, otras exigidas por el INE y que fueron clave para lograr lo que parecía imposible.
En cuanto a las decisiones internas, vale la pena reflexionar sobre la decisión del partido de ir, mediante el voto universal de su militancia a la elección de consejeros y no de presidente. Los consejeros electos habrán de elegir a su vez a los presidentes del partido,  sí presidentes en plural. La elección del pasado domingo 7 sirvió para integrar a los consejos municipales, estatales y al nacional y cada uno de éstos en sus ámbitos respectivos elegirán quién los habrá de presidir.
Optó el PRD por un método de representación proporcional pura con un umbral de participación de 1.5 por ciento. Es decir, cualquier lema o sublema que hubiese obtenido un mínimo de 1.5% de la votación tendrá la oportunidad de tener representantes en el consejo respectivo. Las reglas demuestran, por un lado, disposición a la inclusión y, por el otro, distanciamiento del presidencialismo. El sistema electoral acordado es lo más parecido al parlamentarismo, sistema que suele ser reconocido como más democrático, pero, sobre todo, mucho más estable.
El próximo 5 de octubre emanará del Consejo Nacional el presidente que será, sin sorpresa alguna, Carlos Navarrete, gozará de una nada despreciable legitimidad de origen.
No es óbice recordar que estos consejos, plurales, además tendrán a su cargo la selección de los candidatos de 2015. Si bien los presidentes jugarán un papel importante, así debe ser, también es cierto que todos estarán obligados a negociar las candidaturas con las otras corrientes representadas en su propio consejo. El peso específico de cada corriente se diferencia entidad por entidad, lo que podrá favorecer procesos más democráticos en la selección de quienes contenderán a puestos de elección popular.
La decisión de entregar la responsabilidad de las elecciones al INE significó, en última instancia, la decisión de institucionalizarse y someterse a reglas y autoridades ajenas al partido. Quisiera destacar la importancia que tuvo la aceptación de uno de los principios de nuestro sistema electoral: la definitividad de cada una de las etapas.
El INE sabía, por la experiencia heredada, cuán importante es el reconocimiento de que el padrón incluya a todos los que debe y no excluya a nadie. Con base en ello exigió la depuración y, sobre todo, la aprobación de los padrones de electores y elegibles. Eliminó así una de las mayores fuentes de conflicto. Anteriormente, a la luz de los resultados, es decir, una vez que había ganadores y perdedores, estos últimos impugnaban a los votantes, alegaban acarreo de votantes y lo que es peor cuestionaban hasta la elegibilidad de los candidatos. La aprobación de los padrones vacunó contra varias prácticas antidemocráticas, dificultó el acarreo y descalificó la impugnación sin sustento de etapas previamente consentidas. 
Otra lección aprendida de la que deberían tomar nota todos aquellos a quienes preocupa el encarecimiento de nuestra democracia. La desconfianza interna definió que habría mayor seguridad si la impresión de material se hacía en papel seguridad y de manera centralizada. Algunos militantes impugnaron las boletas ya impresas y el Tribunal, siempre garantista, ordenó rehacer un buen número de ellas y volver a distribuir las boletas en menos de tres días.
Ambas decisiones resultaron rentables desde el punto de vista de la certeza, pero por primera vez un partido político resintió en su propio bolsillo las consecuencias de sus quejas. Camerino Eleazar Márquez reclamó a sus colegas que, como consecuencia de estas impugnaciones, el costo de la elección había resultado 20% más alto de lo previsto. Quizá esto pueda servir para entender mejor, ya no digo disminuir, los altísimos costos de nuestros procesos electorales. Quizá si los partidos tuvieran que pagar lo que el tribunal ordena rehacer pensarían dos veces antes de entablar quejas, muchas de ellas, frívolas.
                *Académica
                Twitter: @MarvanMaria

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