jueves, 27 de febrero de 2014

LOS DERECHOS HUMANOS EN SU INTEGRALIDAD, LA TAREA DE LA IZQUIERDA

Interesante resulta leer las opiniones de Rubén Blades y Silvio Rodríguez en torno a los sucesos de violencia y protesta social que ha vivido Venezuela en las últimas semanas. Rescato la opinión de Silvio cuando dice “Una revolución es un vuelco, una ruptura, un abrupto cambio de perspectiva. Es cuando los oprimidos dejan de creer en que los que mandan –los que los oprimen– tienen la verdad de su lado, y piensan que el mundo puede ser diferente de como ha sido hasta entonces”. Nada más cierto, pero nada más difícil de discernir. ¿Cuándo es uno el revolucionario, o el opresor?

Cuando un pueblo opta por buscar un cambio de perspectiva, porque su realidad no le permite concretar sus sueños de dignidad y felicidad, o porque francamente esta harto de una realidad que lo aprisiona y el Estado responde a ese actuar colectivo con censura, policía, cárcel, tortura y muerte, entonces en el corazón del país se gesta una revolución, contra un régimen de derecha, o de izquierda.

Entonces el Estado justificará de una u otra forma su actuar, y habrá defensores de éste, desde la comodidad del interés, el pago para la represión con la estabilidad como argumento, la inconciencia social o la cerrazón a lo distinto. Se acusará al pueblo de ser manipulado por intereses ajenos a la nación, se acusará a los medios de comunicación de ser instrumentos que provocan el desorden social, y habrá Estados, del mismo origen ideológico, que se solidarizarán con lo hecho por el gobernante en turno.

El problema es el mismo para gobiernos totalitarios de izquierda o de derecha, cuestión de perspectiva. Al final de cuentas quienes luchan y mueren son hombres y mujeres del pueblo, revolucionarios y defensores del régimen, unos y otros, preservan o dinamitan la realidad histórica que viven; los jefes de Estado, o los jefes revolucionarios, solo administrarán el resultado.

George Orwell, quien observó profundamente el ejercicio del poder y el funcionamiento del Estado, pudo, sin afán de enaltecer la duda o carecer de compromiso, dejar en claro que tanto el imperialismo como la dictadura del proletariado, si no son, parecen lo mismo cuando haciendo uso de sus aparatos de control ejercen violencia cotidiana contra el pueblo.

La gente que piensa y argumenta su actuar a favor de la gente, y llega al poder y deja de defender a la gente, anteponiendo la defensa del “Estado de derecho” o de “la Revolución” se convierte en ese Cerdo de nombre Napoleón, de la novela Rebelión en la granja, quien afirma la máxima aberración del político que pretende la igualdad y la justicia: "Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros".Hoy los que crecimos en la lucha de las ideologías y nos definimos por proyectos de izquierda que busquen seriamente la justicia social, debemos confrontar nuestras afirmaciones con nuestras acciones, y reemprender análisis y ejercicios ciudadanos para no perder de vista que, aunque el gobierno sea de nuestro propio signo, lo importante es la defensa y exigencia de los derechos humanos en su integralidad, y no el partido, el líder o el gobernante que nos representa.

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