viernes, 10 de octubre de 2014

IGUALA Y LA CRISIS DE SEGURIDAD


Jesús Zambrano
El abominable crimen contra normalistas y miembros de un equipo de fútbol en Iguala, Guerrero, (7 asesinados y 43 desaparecidos muy probablemente ya muertos) ha conmocionado al país entero. A todos nos enluta e indigna, y cubre de oprobio a quienes ordenaron y ejecutaron estos hechos.

Al mismo tiempo, con ello se evidencia, una vez más, la crisis de seguridad del Estado mexicano. Iguala es la punta del iceberg de la penetración profunda que el crimen organizado en todos los intersticios de la sociedad mexicana, en regiones enteras de nuestro país, corrompiendo autoridades, comprando policías y jueces.

En el sexenio calderonista se declaró una ¨guerra¨ contra la delincuencia organizada, pero resultó una estrategia fallida. Con el gobierno del PRI de Peña Nieto las informaciones periodísticas al respecto pasaron a un segundo plano. Por orden presidencial y por un acuerdo con los medios se anunció un cambio de estrategia, ¿el resultado? El fenómeno persiste con signos de agravamiento porque no ha habido ese cambio.

La crisis en Michoacán con las llamadas autodefensas y que llevaron a la destitución de Fausto Vallejo, quien llegó al gobierno apoyado por La Tuta, aún se mantiene. Los muertos de Tlataya ejecutados por el Ejército y la violencia en Valle de Bravo y la Tierra Caliente mexiquense, las fosas comunes y el asesinato de un diputado federal en Jalisco, la renaciente violencia en Tamaulipas, y ahora Iguala, son ilustrativos de lo amplio y profundo de la enfermedad.

¿Qué hacer? Lo primero es reconocer la existencia y dimensión del problema. Lo segundo es asumir que este problema debemos abordarlo como un asunto de responsabilidad del Estado mexicano en su conjunto. Es, ciertamente, responsabilidad principal del Presidente de la República, pero no sólo de él, menos en un México plural, con gobiernos estatales y municipales de varios partidos. Los gobiernos en todos los niveles y las clases políticas, junto con el sector empresarial, incluidos los medios, y la sociedad organizada, deberíamos asumir la necesidad de un gran acuerdo nacional por la seguridad, que ponga sobre la mesa la situación real de la economía, del empleo, de los salarios, de la penetración de los gobiernos locales por la delincuencia, de la contaminación de los cuerpos policiacos, del lavado de dinero, y de las estrategias para enfrentar el fenómeno, con el compromiso de que cada quien responderá por sus responsabilidades y que se parta de investigar a fondo a todos los gobernantes: caiga quien caiga.

Porque la salida de esta crisis de seguridad nacional no se resuelve con la salida de Ángel Aguirre o de Eruviel Ávila o de cualquier otro gobernador. Quienes insisten en ello se equivocan y sólo evidencian mezquinos apetitos político-electorales o mera relevancia mediática mercantilista.

Yo suscribo lo que ha dicho Carlos Navarrete como nuevo presidente del PRD: si la salida de Aguirre del gobierno de Guerrero contribuye a la solución, adelante. Es más, pudiera ser un referéndum el que decida si Aguirre se va o se queda, pero su posible salida no debe responder a los apetitos electorales de nadie rumbo a 2015. Cualquiera que fuera el resultado, debe darse con los responsables y castigarlos pronto.


No esperemos más. No permitamos que el país se siga enlutando ni que continúen pudriéndose las instituciones y con ello el país entero. México está maduro para decisiones urgentes y de fondo.


Publicadas por Nueva Izquierda a la/s 16:51 

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