La
clase obrera y el movimiento sindical llegan a la celebración del Día
Internacional del Trabajo en medio del aturdimiento por las reformas a
las leyes laborales que por cerca de un siglo tutelaron sus derechos
consagrados en el Artículo 123 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos.
En
la celebración del Día Internacional del Trabajo de este año se van a
ver acentuados los enconos sociales, la incertidumbre y la desesperanza
aún mayor. Antes de las reformas, los miembros de la familia –aparte del
padre- se vieron empujados a ocuparse en cualquier empleo o actividad
remunerativa para contribuir al sostenimiento del hogar; pues los
salarios “mínimos” se hicieron inoperantes para llevar a la casa vestido
y sustento. El saldo, se sabe, más de tres millones de niños fuera de
la escuela, borrados de las estadísticas como demanda educativa porque
trabajan por un salario por debajo del “mínimo”. El desempleo se ha
incrementado como nunca había ocurrido en la historia reciente del país.
Datos
conservadores indican que desde el 2009, 44.2 por ciento de la
población viven en pobreza; que el 33.7 por ciento (30 millones) de
mexicanos en pobreza “moderada” y 10.2 por ciento (11.2 millones) en
pobreza extrema. Otros indicadores nos dicen que 50.6 millones de
mexicanos no les alcanza para cubrir sus necesidades, con hambre, sin
comer regularmente, con enfermedades y sin derecho a la salud y al
trabajo tal como lo manda la Constitución. Todavía es más alarmante
cuando nos acercamos a los números de la infancia: 25 por ciento de los
niños y niñas viven en condiciones de pobreza alimentaria, sin
posibilidades de convertirse en seres competitivos con los niños de los
países del primer mundo, alojados en las escuelas más pobres del país,
con maestros tan pobres como sus alumnos. ¿Cómo entonces se modela una
política educativa al margen de estas consideraciones?
Pues
bien; esa serían las condiciones materiales de esta clase obrera que
saldrá a las calles como dijera el camarada Lenín “la clase obrera en
si” está desesperada, en Guerrero, los profesores sindicalizados del
SNTE y agrupados en la CETEG responden con violencia quemando y
destruyendo edificios partidarios, bloqueando la autopista para tratar
de revertir las reformas federales en el campo de la educación y las
condiciones laborales que serán más exigentes en el control del trabajo
de los docentes mediante “criterios estandarizados”.
Hay
cólera se desatan los odios y la violencia pero no hay una “clase para
sí” que los organice y los dirija con responsabilidad. Desde la
disolución del Partido Comunista para dar paso a la construcción del
Partido de la Revolución Democrática se abandonaron las tradiciones de
elaboración y de organización de los trabajadores en sus sindicatos; el
tema del sindicalismo dejó de ser una preocupación estratégica del nuevo
organismo político para incursionar de lleno en los asuntos
electorales; las luchas internas por la disputa descarnada del control
del partido y sus cuantiosos recursos económicos anuló cualquier
posibilidad de construir una fuerza “sindical” y “partidista” capaz de
enfrentar los retos de las reformas laboral y educativa que se imponen.
Por
lo que veo; la clase obrera y la clase trabajadora en general no forma
parte de un “movimiento sindical organizado”; los 45 mil trabajadores
despedidos de Luz y Fuerza del Centro enfrentaron a la empresa y al
gobierno de manera aislada. El Sindicato Mexicano de Electricistas ha
tenido que pelear en una resistencia desgastante y desigual contra el
gobierno, los partidos políticos, el Congreso de la Unión, a la Suprema
Corte de Justicia con sus abogado y jueces, con sus ministros; con los
medios de comunicación y los intelectuales patronales que contrasta con
la escasa o nula solidaridad del conjunto de los sindicatos y los
organismos políticos pretendidamente de “izquierda”.
Este
primero de mayo la clase obrera sale a la calle sin organización, sin
posibilidades de frenar cualquier exceso que grupos de jóvenes “lumpen
-anarquistas” seguramente realizarán asumiendo las funciones de “la
vanguardia del proletariado”. La violencia del primero de mayo tendrá
visos de provocación como la que protagonizamos el 1 de diciembre por
jóvenes encapuchados que sin ninguna responsabilidad buscarán su
justificante en los desmanes de un grupo de maestros de Guerrero.
Los
trabajadores organizados en los patrones del viejo sindicalismo
corporativo de principios del siglo pasado tampoco tienen claridad de
los cambios constitucionales de las últimas semanas. El partido que los
contenía no se muestra solidario, ni con ellos ni con sus demandas y
mucho menos con su derecho a organizarse como ocurrió durante los días
del gobierno del General Lázaro Cárdenas del Rio. El PRI ya no es la
organización política que los convocaba el 1º. De Mayo en la Plaza de la
Constitución llenando la plaza de armas de alegorías a la unión
estratégica de los obreros con el gobierno y su partido. Tampoco los
trabajadores independientes se han apartado de los viejos modelos
leninistas del sindicalismo de finales del siglo XIX y principios del
siglo XX.
Lo
que realmente está en crisis son los modelos de organización gremial de
los trabajadores que no encuentran su justificante en el siglo XXI y en
un mundo radicalmente distinto al que les dio origen en otro tiempo;
con otras condiciones en la integración de la fuerza laboral y del
trabajo.
Hoy
hace falta discutir un nuevo modelo de sindicalismo; que sin renunciar a
sus tradiciones de lucha y organización, sea capaz de tratar de cambiar
las condiciones de injusticia e inequidad para luchar por el
cumplimiento y respeto irrestricto a los derechos humanos más
elementales como los derechos al trabajo y a la salud; a la casa, al
vestido y al sustento de la familia con dignidad y también, sin olvidar
el derecho de los trabajadores a la libre sindicalización y a la huelga
en un país con tradiciones democráticas. Eso, y no las cruzadas contra
el hambre y su poder clientelar es lo que deben resolver los diputados y
senadores del Congreso de la Unión y los líderes políticos del país
(28-04-2013).
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